Sin libertad de expresión, no hay libre mercado

El especialista en informática y empresario Pavel Durov fue detenido en Francia debido a que su plataforma, Telegram, permite una libertad de expresión incontrolada.

Tal como CriptoNoticias dio a conocer, se acusa a Durov de no haber tomado medidas para frenar el uso delictivo de la aplicación de mensajería. Más específicamente, se afirma que su presunto delito fue la no cooperación con las autoridades en materia de tráfico de drogas, contenido sexual infantil y fraude.

Estos presuntos delitos son serios y deben combatirse con las herramientas legales disponibles, pero siempre procurando no avasallar los derechos humanos fundamentales, como el de la libertad de expresión.

Debemos preguntarnos si la detención de Durov y la creciente presión sobre Telegram son una respuesta proporcional a estos desafíos o si, por el contrario, están siendo utilizados como excusa para controlar las plataformas de comunicación.

En definitiva, la situación de Pavel Durov recuerda al caso de Ross Ulbricht, creador de la plataforma de comercio electrónico Silk Road, quien está condenado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional desde 2015. Se lo consideró culpable de múltiples delitos por no haber impedido la venta, a través de Silk Road, de productos considerados ilegales.

Este tipo de acciones judiciales resultan un ataque directo a las bases del libre mercado. En la medida en que la voz de cada individuo se vea suprimida, los mercados sufrirán las consecuencias de un discurso unificado, monolítico y, en última instancia, manipulador.

Los mercados libres funcionan bajo la premisa de que los individuos pueden tomar decisiones informadas. Estas decisiones se basan en la diversidad de ideas, opiniones y datos que circulan sin restricciones.

Cuando esta libertad se ve coartada, cuando se limita lo que se puede decir, escuchar y leer, lo que en realidad se está haciendo es manipular las condiciones del mercado, imponiendo una única narrativa, una sola «verdad».

Pero los mercados, por naturaleza, prosperan en la incertidumbre y la competencia; son un reflejo de la multitud de voces y opciones disponibles. Cuando estas se homogenizan, el mercado se transforma en una caricatura de sí mismo, perdiendo su esencia más pura.

La censura de ideas (que también es muy común, por ejemplo, en la mayoría de las redes sociales) es la antesala del control de los mercados. En la medida en que se limite la libertad de expresión, el discurso público se vuelve centralizado y, lo que es más peligroso, monopólico.

El empresario Elon Musk, dueño de Tesla y la red social X (entre otras compañías) señaló una especie de doble vara que se observa al realizar ciertos procedimientos judiciales:

“Instagram tiene un problema masivo de explotación infantil, pero no hay arresto para Zuck, ya que censura la libertad de expresión y otorga a los gobiernos acceso trasero a los datos de los usuarios”.

Elon Musk, empresario.

Un mercado que no esté basado en la diversidad de opiniones y en la libre competencia de ideas, es un mercado enfermo, un mercado manipulado desde sus raíces.

Esto es exactamente lo que hemos visto en los regímenes totalitarios del siglo XX, donde la restricción de la libertad de expresión fue el primer paso hacia la centralización del poder económico. El control sobre lo que se dice y se piensa es el control sobre cómo se actúa, y en última instancia, sobre cómo se comercia. En estos sistemas, la eliminación de la disidencia y la imposición de una única verdad llevó a la creación de economías rígidas, ineficientes y al servicio de unos pocos, a expensas de la mayoría.

La situación que estamos presenciando con el arresto de Pavel Durov nos lleva a reflexionar sobre el peligro de caminar por esa senda.

Telegram, como plataforma, ha permitido a millones de personas compartir sus pensamientos sin filtros, sin intermediarios que decidan qué es correcto y qué no lo es. Esa misma libertad es la que permite la existencia de un mercado vibrante y dinámico, donde las ideas compiten, se adaptan y evolucionan. Si eliminamos esta competencia de ideas, lo mismo ocurre con los mercados: se estancan, se vuelven predecibles y fácilmente manipulables por aquellos que ostentan el poder.

El arresto de Durov no es solo un ataque a un individuo o a una empresa, sino un ataque a la misma noción de libertad de expresión que sustenta nuestra economía de mercado.

Así lo ha dicho Vitalik Buterin, cocreador de Ethereum:

“La acusación parece basarse simplemente en no ser ‘moderado’ y no entregar los datos de las personas. Esto es muy preocupante para el futuro del software y la libertad de comunicaciones en Europa”.

Vitalik Buterin, cocreador de Ethereum.

Hoy es Telegram, pero mañana puede ser cualquier otra plataforma que permita la libre circulación de ideas. El efecto de este tipo de represión es un entorno donde la creatividad y la iniciativa empresarial se ven sofocadas, donde solo aquellos que se alinean con la narrativa oficial tienen espacio para operar.

En este contexto, es esencial la defensa de la libertad de expresión como un pilar fundamental de nuestra sociedad y economía.

El hecho de que personas como Durov sean detenidas por el simple hecho de permitir la libertad de expresión en sus plataformas (por más que se le intente dar tintes de lucha contra delitos graves), abre la puerta a un futuro donde la verdad no será más que un producto manufacturado, diseñado para servir a los intereses de unos pocos.

La defensa de la libertad de expresión no es solo una cuestión de principios, sino de pragmatismo económico. Sin ella, los mercados se desmoronan, la innovación se paraliza y la prosperidad se convierte en un privilegio reservado para aquellos que controlan el discurso.

Descargo de responsabilidad: Los puntos de vista y opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no necesariamente reflejan aquellas de CriptoNoticias. La opinión del autor es a título informativo y en ninguna circunstancia constituye una recomendación de inversión ni asesoría financiera.

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